Dile a tu hijo que dudas de él, dile a tu hijo que es imposible…. Y seguramente NO LO CONSEGUIRÁ.
A la inversa, transmítele seguridad, optimismo y confianza, y le estarás dando todos los ingredientes para un posible éxito.
Siempre hemos oído que “de lo que des, recibirás”, o como dice una conocida marca de cosméticos, “when you smile to the world, the world smiles back”. Pero, alguna vez hemos reflexionado a fondo sobre ello? Conocemos la repercusión que nuestras palabras pueden llegar a tener en otras personas?
Pues bien, este efecto espejo tiene un nombre, se llama EFECTO PIGMALION y viene estudiándose por expertos en el ámbito de la psicopedagogía desde hace décadas. Tiene su origen en un mito griego, en el que un escultor llamado Pigmalión se enamoró de una de sus creaciones: Galatea. A tal punto llegó su pasión por la escultura que la trataba como si fuera una mujer real. El mito continúa cuando la escultura cobra vida después de un sueño de Pigmalión, por obra de Afrodita, al ver el amor que éste sentía por la estatua, que representaba a la mujer de sus sueños.
Este suceso fue nombrado como el efecto Pigmalión ya que superó lo que esperaba de sí mismo y al creer que la estatua estaba viva esta llegó efectivamente a estarlo.
En 1968 Rosenthal y Jacobson realizaron una investigación en la Oak School dónde su principal objetivo era averiguar si los niños pobres fracasaban o mejoraban por las expectativas altas o bajas que tuviera el profesor sobre ellos. Para conseguir modular las expectativas de los profesores, les dieron información falsa sobre las capacidades de sus alumnos. Como resultado, los alumnos a los que habían considerado más capacitados obtuvieron un progreso mayor al final de curso, que la otra parte de la clase, habiendo sido elegidos al azar.
En definitiva, descubrieron que cuando un profesor cree que un alumno posee bajas capacidades intelectuales, no sólo se esfuerza menos por enseñarle, sino que incluso su comportamiento es tal que, hasta ese poco esfuerzo carecerá de éxito.
En muchos de los casos, no es necesario expresar tácitamente una opinión para transmitirla. El más mínimo gesto puede ser capaz de aportar positivismo, así como todo lo contrario.
Por ello, debemos de conscientes de nuestro lenguaje corporal y comportamiento cuando tratamos con nuestros hijos. Asegurémonos de facilitarles el éxito con nuestra confianza, así como conocer y evitar los indicadores que pueden llevarles al fracaso y/o frustración.
Éstos son algunos de los comportamientos que, aún sin palabras, pueden transmitir un efecto negativo:
– La comunicación no verbal: nuestros gestos hablan mucho sobre la verdad de nuestras palabras.
– Falta de atención: Si lo que haces no despierta interés, será porque no lo haces muy bien, entonces, por qué hacerlo?
– Disminución de nivel de exigencia respecto al resto de niños o respecto al pasado: No me piden, porque no puedo hacerlo.
Igualmente, podemos emplear este efecto de manera positiva. Alentando las virtudes de un niño, las estamos afianzando y potenciando. Un niño que se siente apoyado, también se verá fuerte para enfrentarse a nuevos problemas.
Cree en tu hijo, y lo que es más importante, transmíteselo y él creerá en sí mismo.
La motivación y la confianza es la base del éxito.
Este efecto puede extrapolarse a los distintos ámbitos de nuestra vida cotidiana: educación, social, laboral, etc.
Asumamos nuestra influencia y ejerzámosla positivamente.
Alguna vez habíais pensado sobre el efecto que nuestros gestos y comportamientos pueden causar en los niños? Creéis que es tan importante como yo lo plasmo? Habéis vivido alguna situación en la que os hayáis sentido reforzados o debilitados por la opinión de otros?